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El agrandamiento benigno de la próstata, también llamado hiperplasia prostática benigna, es una afección frecuente caracterizada por la inflamación de la próstata. Si usted padece este trastorno, es importante tener presente que, si bien no constituye una forma de cáncer, requiere tratamiento.
La próstata es una glándula que se encuentra solo en los hombres y normalmente tiene el tamaño de una nuez. Está ubicada por debajo de la vejiga y justo por encima del pene. La uretra, que es el conducto que transporta la orina proveniente de la vejiga, atraviesa la parte central de la próstata.
Cuando la próstata se agranda, puede ejercer presión sobre la uretra, lo que provoca un estrechamiento o una obstrucción del conducto e impide el paso normal de la orina.
Afortunadamente, como la próstata no es un órgano vital, puede extirparse si los problemas repercuten demasiado en la calidad de vida del paciente.
Cuando el hombre llega a los 45 años de edad, las probabilidades de que la próstata se agrande aumentan y el riesgo es cada vez mayor a medida que envejece. Alrededor de un tercio de los hombres de más de 50 años de edad presentan un agrandamiento de la próstata. Este porcentaje aumenta a alrededor del 90 por ciento a los 85 años de edad.
Según algunas investigaciones, el agrandamiento de la próstata podría ser el resultado de los cambios hormonales que se producen en el hombre a medida que envejece.
Los hombres que tienen familiares cercanos que presentan agrandamiento benigno de la próstata son más propensos a presentar la afección. El riesgo es mayor en determinadas partes del mundo y la afección es más frecuente en los hombres estadounidenses que en los indios, chinos y japoneses.
Si usted presenta un agrandamiento de la próstata, es posible que manifieste algunos de los siguientes síntomas, los cuales tienden a empeorar con el tiempo:
El agrandamiento de la próstata también puede conllevar complicaciones, como una infección de las vías urinarias. Además, puede sufrir cálculos renales o en la vejiga.
Sin embargo, no todas las personas presentan síntomas y, muchas veces, los síntomas no parecen estar relacionados con el tamaño de la próstata.
El médico le hará preguntas sobre los síntomas que lo aquejan y posiblemente le realice un tacto rectal para verificar el tamaño y la forma de la próstata.
Además, tal vez solicite análisis de orina y de sangre para detectar infecciones y medir los niveles de antígeno prostático específico (APE) en la sangre. Cuando la próstata se agranda, los niveles de APE aumentan.
A veces, los niveles elevados de APE pueden indicar la presencia de un cáncer de próstata, por lo que quizás el médico quiera descartar esta posibilidad. Si existen dudas al respecto, puede someterse a un análisis de una muestra de células de la próstata y posiblemente a una ecografía.
Otra de las pruebas que suelen realizarse es una cistoscopía, en la cual se introduce en la uretra un instrumento delgado equipado con una cámara y se lo desliza hasta la parte final del pene. Este método permite inspeccionar la glándula desde el interior del cuerpo. Además, quizás deba orinar en un dispositivo que mide el flujo de orina.
Si los síntomas son leves, posiblemente no se requiera tratamiento médico. Es probable que logre mantener la afección bajo control si incorpora determinados cambios en el estilo de vida, como limitar el consumo de líquidos durante la noche y reducir el consumo de alcohol y cafeína. El médico le realizará controles regulares para evaluar el estado de la próstata.
Cuando los síntomas son moderados, el tratamiento más frecuente es el uso de medicamentos. Posiblemente le receten bloqueadores alfa para relajar los músculos de la próstata o medicamentos conocidos como inhibidores de la 5-alfa reductasa, que alteran el equilibrio hormonal y estimulan la reducción del tamaño de la próstata. Muchos pacientes toman ambos medicamentos.
Si la próstata no responde al tratamiento farmacológico o si presenta un agrandamiento considerable, es posible que deba recurrirse a una intervención quirúrgica para extirpar la parte de la próstata afectada por el agrandamiento. La operación más frecuente se conoce como resección transuretral de la próstata (RTUP). Al igual que en una cistoscopía, se introduce en la uretra un instrumento largo y delgado equipado con una cámara y se lo desliza hasta llegar a la próstata. Una vez allí, se extirpan los tejidos afectados con un lazo eléctrico. El lazo no solo corta el tejido, sino que cauteriza los vasos sanguíneos para controlar la hemorragia.
Otra intervención quirúrgica es la incisión transuretral de la próstata (ITUP). Durante la ITUP, se ensancha la uretra para permitir un flujo de orina más potente. La denominada cirugía abierta consiste en hacer una incisión externa para acceder a la próstata y solo se utiliza en circunstancias más graves.
En las técnicas no quirúrgicas, se utilizan microondas, ondas de radio o láser para extirpar el tejido prostático agrandado. Si bien este tipo de técnicas puede causar menos efectos secundarios, su eficacia a largo plazo no está comprobada, a diferencia de la de los métodos convencionales.
Con el tratamiento habitual -medicamentos, cambios en el estilo de vida o intervención quirúrgica- la mayoría de los hombres perciben una mejoría considerable. Para algunos, la posibilidad de que la intervención quirúrgica afecte la función sexual constituye un motivo de preocupación. Sin embargo, si usted era capaz de lograr una erección antes de someterse a la extirpación de la próstata, no debería tener ningún inconveniente para retomar su vida sexual normalmente.
Escrito por (en Inglés): Helen Colledge and Matthew Solan
Revisado médicamente (en Inglés)
: George Krucik, MD