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Las amígdalas son los dos ganglios linfáticos que se encuentran a ambos lados de la parte posterior de la garganta. Funcionan como mecanismos de defensa, ya que evitan que las infecciones ingresen al resto del organismo. Cuando las amígdalas se infectan, se produce una afección llamada amigdalitis.
Si bien la amigdalitis puede aparecer a cualquier edad, es muy frecuente durante la infancia. Se diagnostica con mayor frecuencia en los niños, sobre todo desde la edad preescolar hasta la mitad de la adolescencia. Entre los síntomas, se incluyen dolor de garganta, inflamación de las amígdalas y fiebre.
Esta afección puede deberse a diferentes virus y bacterias comunes y, además, es contagiosa. Si no se trata, la amigdalitis estreptocócica (causada por la bacteria estreptococo) puede provocar complicaciones graves.
La amigdalitis se diagnostica y se trata fácilmente; los síntomas generalmente desaparecen entre los siete y los 10 días.
Las amígdalas son la primera línea de defensa contra las enfermedades y producen glóbulos blancos para que el organismo pueda combatir las infecciones. Combaten las bacterias y los virus que ingresan al organismo por la boca, pero también son vulnerables a las infecciones que producen estos agentes.
La amigdalitis puede deberse a un virus, como el del resfriado, o a una infección bacteriana, como la amigdalitis estreptocócica.
Los niños juegan y están en contacto con sus pares en la escuela, por lo que se exponen a diversos virus y bacterias y, como consecuencia, se tornan particularmente vulnerables a los gérmenes que causan amigdalitis.
Existen numerosos síntomas, pero es poco frecuente que se manifiesten todos. Entre los más frecuentes, se incluyen los siguientes:
En el caso de los niños muy pequeños, posiblemente estén más irritables, no tengan apetito y babeen en exceso. Busque atención médica inmediata si usted o su hijo tienen dificultad para respirar debido a que las amígdalas están inflamadas y obstruyen las vías respiratorias.
El diagnóstico se basa en una exploración física de la garganta y puede incluir un cultivo de exudado faríngeo. Para realizarlo, el médico tomará una muestra de la parte posterior de la garganta con un hisopo y la enviará a un laboratorio para identificar la causa de la infección.
Un caso de amigdalitis leve quizás no requiera tratamiento, sobre todo si la causa es un virus, como el del resfriado.
Para los casos de amigdalitis más graves, los tratamientos pueden incluir lo siguiente:
La inflamación de las amígdalas puede ocasionar dificultad para respirar, lo cual, a su vez, puede generar problemas para dormir. Si no se trata, la infección puede diseminarse al área que se encuentra detrás de las amígdalas o al tejido circundante.
Si la amigdalitis es estreptocócica y no se trata o no desaparece, puede provocar fiebre reumática (inflamación del corazón, las articulaciones y otros tejidos) o glomerulonefritis posestreptocócica (inflamación de los riñones).
Los síntomas de la amigdalitis producto de una infección bacteriana generalmente mejoran unos días después de haber comenzado a tomar antibióticos. La amigdalitis estreptocócica se considera contagiosa hasta que se hayan tomado antibióticos durante un período de 24 horas.
Generalmente, la amigdalitis desaparece entre los siete y los 10 días.
La amigdalitis es altamente contagiosa. Para disminuir el riesgo de contraerla, evite el contacto con personas que tienen una infección activa. Lávese las manos con frecuencia, especialmente después de haber estado en contacto con alguien que presenta síntomas, como dolor de garganta, tos o estornudos. Si tiene amigdalitis, trate de no estar en contacto con otras personas hasta que deje de ser contagiosa.
Escrito por (en Inglés): Ann Pietrangelo
Revisado médicamente (en Inglés)
: Brenda B. Spriggs, MD, MPH, FACP