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La cirrosis es una cicatrización marcada del hígado, acompañada por disfunción, que se presenta en la etapa final de una enfermedad hepática crónica. Por lo general, estas cicatrices son causadas por una exposición prolongada a toxinas, como el alcohol o las infecciones víricas. El hígado, que se sitúa en el costado superior derecho del abdomen, debajo de las costillas, desempeña funciones esenciales en el organismo, como las siguientes:
Según los National Institutes of Health [Institutos Nacionales de la Salud, NIH], la cirrosis ocupa el lugar 12 entre las causas principales de muerte por enfermedad en los Estados Unidos. Los hombres son más propensos a sufrirla.
El hígado es un órgano muy sano, que tiene normalmente la capacidad de regenerar las células dañadas. La cirrosis se desarrolla cuando el hígado está expuesto durante mucho tiempo a factores que lo dañan (como el alcohol y las infecciones crónicas). Ante esta situación, el hígado se lesiona y aparecen cicatrices. Cuando se cicatriza, ya no puede funcionar correctamente y se desencadena la cirrosis.
Esta afección produce cambios en el hígado, que lo contraen y endurecen, con lo cual, se dificulta la entrada de la sangre rica en nutrientes proveniente de la vena porta, una vena que trasporta la sangre desde los órganos digestivos hacia el hígado. Si la sangre no ingresa en el hígado, la presión en la vena porta aumenta. El resultado de esto es una afección grave denominada hipertensión portal, que causa una presión sanguínea elevada en la vena.
Las causas más frecuentes en los Estados Unidos son una infección por hepatitis C prolongada y el consumo excesivo y crónico de alcohol. La obesidad también puede provocar cirrosis: la obesidad puede ser un factor de riesgo por sí sola o si se combina con el alcoholismo o con una infección por hepatitis C.
El National Digestive Diseases Information Clearinghouse [Centro Coordinador Nacional de Información sobre las Enfermedades Digestivas, NDDIC] informa que la cirrosis puede presentarse en mujeres que toman dos o tres bebidas alcohólicas al día (incluidas la cerveza y el vino). En el caso de los hombres, la cantidad de alcohol que se requiere para que exista el riesgo de padecer cirrosis es entre tres y cuatro veces por día.
La hepatitis C se contrae por medio del contacto sexual o por exposición a sangre infectada (a través del uso de drogas intravenosas y el intercambio de agujas o por transfusiones). Es raro que la hepatitis C se transmita por transfusión en los Estados Unidos debido a los controles en los bancos de sangre.
Otras causas de cirrosis son las siguientes:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de dos mil millones de personas tienen el virus de la hepatitis B en el mundo. Esta afección provoca inflamación y daño hepático, que puede desencadenar la cirrosis.
Este tipo de hepatitis también puede provocar cirrosis. Es común verla en personas que también padecen hepatitis B.
La hepatitis autoinmunitaria puede tener origen genético. El setenta por ciento de las personas que tienen hepatitis autoinmunitaria son mujeres.
Los trastornos del sistema que drena la bilis (cirrosis biliar primaria).
Los trastornos que afectan la capacidad del organismo para regular los niveles de hierro y cobre (hemocromatosis y enfermedad de Wilson).
Algunos medicamentos recetados y de venta libre (como paracetamol), ciertos antibióticos y antidepresivos pueden desencadenar cirrosis.
Los síntomas se producen porque el hígado es incapaz de purificar la sangre, degradar las toxinas, producir las proteínas de coagulación o intervenir con la absorción de las grasas y las vitaminas liposolubles. A menudo, no se registran síntomas hasta que la enfermedad ya está avanzada. Entre los síntomas se encuentran los siguientes:
Entre los síntomas más graves, pueden citarse los siguientes:
El diagnóstico comienza con una exploración física. Se relevan todos los antecedentes médicos, que pueden revelar un historial de consumo excesivo y prolongado de alcohol, exposición al virus de la hepatitis C, antecedentes familiares de enfermedades autoinmunitarias y otros factores de riesgo. La exploración física puede evidenciar signos como los siguientes:
Las pruebas pueden revelar el grado de daño que sufrió el hígado. Algunas pruebas que se usan para la evaluación de la cirrosis son las siguientes:
Otras pruebas que también pueden evaluar el hígado son las siguientes:
Si la sangre no puede atravesar el hígado, genera una acumulación en las otras venas, como las del esófago, lo cual se denomina várice esofágica. Estas venas no son aptas para presiones elevadas, de modo que comienzan a formar protuberancias debido al volumen excesivo de sangre que reciben.
La cirrosis es un factor de riesgo reconocido para el cáncer de hígado.
La enfermedad hepática en etapa terminal también puede desencadenar insuficiencia renal.
Entre las demás complicaciones de la cirrosis, pueden mencionarse las siguientes:
El tratamiento varía según la etiología de la afección.
El paciente debe dejar de consumir alcohol.
No debe tomar medicamentos (ni siquiera los de venta libre) sin consultar al médico. Es posible que se indiquen bloqueadores de células beta para la hipertensión portal.
Se utilizan procedimientos de cerclaje para controlar el sangrado de las várices esofágicas.
Si se presenta una peritonitis producto de la ascitis, se controla con antibióticos intravenosos.
La hemodiálisis purifica la sangre de quienes padecen insuficiencia renal.
Para tratar la encefalopatía se utiliza la lactulosa y un régimen alimentario reducido en proteínas.
Cuando los demás tratamientos fallan, puede recurrirse a un trasplante de hígado.
Dejar de beber, mantener un régimen alimentario equilibrado y hacer ejercicios adecuados pueden ayudar a prevenir o retrasar la cirrosis.
Utilice guantes de látex o vinilo para evitar la exposición a líquidos corporales contaminados con el virus de la hepatitis. Evite la promiscuidad sexual y use preservativos para reducir el riesgo de contraer hepatitis C. En los Estados Unidos, se recomienda que todos los bebés y adultos en riesgo (como los proveedores de atención médica y el personal de rescate) se vacunen contra la hepatitis B.
Escrito por (en Inglés): Verneda Lights and Jennifer Nelson
Revisado médicamente (en Inglés)
: George Krucik, MD
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