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La embolia amniótica (EA) es una complicación del embarazo que causa afecciones potencialmente mortales, como insuficiencia cardíaca. Puede afectar a la madre, al bebé o a ambos. Se produce cuando ingresan líquido amniótico (que rodea al feto), células fetales, vello y otros residuos en la sangre de la madre.
La EA es poco frecuente. Si bien las estadísticas varían, según la AFE Foundation [Fundación contra la EA], la EA se produce en uno de cada 15.200 partos en América del Norte (AFE Foundation). Sin embargo, es una de las principales causas de muerte durante el parto o poco después del nacimiento (Perozzi, et ál., 2004). No puede prevenirse y la causa subyacente no ha logrado explicarse satisfactoriamente.
La EA puede ocurrir durante el parto o poco después de dar a luz, tanto en partos vaginales como en cesáreas. En casos poco frecuentes, puede producirse durante un aborto provocado o mientras se toma una muestra pequeña de líquido amniótico para analizarla (amniocentesis). La EA es una reacción adversa que se produce cuando el líquido amniótico ingresa en el sistema circulatorio. Se desconoce la causa exacta de esta reacción. Según estimaciones, la EA tiene lugar en uno de cada 8.000 a uno de cada 80.000 partos (Gist, et ál., 2009).
Por lo general, entre los síntomas característicos de la primera etapa de la EA, se incluyen paro cardíaco e insuficiencia respiratoria repentina. El paro cardíaco se produce cuando el corazón deja de funcionar y la persona pierde el conocimiento y deja de respirar. Por su parte, la insuficiencia respiratoria repentina ocurre cuando los pulmones no logran suministrar suficiente oxígeno a la sangre o eliminar suficiente dióxido de carbono de ella, lo cual provoca una dificultad extrema para respirar.
Entre los demás síntomas posibles, se incluyen los siguientes:
Las mujeres que sobreviven a estos síntomas iniciales pueden ingresar en una segunda etapa llamada fase hemorrágica. Esta etapa se desencadena cuando se produce una hemorragia excesiva ya sea en el lugar donde se encontraba adherida la placenta o, en el caso de una cesárea, en el lugar de la incisión.
La EA puede ser mortal, especialmente durante la primera etapa. La mayoría de las muertes por EA se producen a causa de un paro cardíaco repentino, una hemorragia excesiva, una dificultad respiratoria aguda o una insuficiencia multiorgánica. En aproximadamente el 50 por ciento de los casos de EA, la muerte ocurre alrededor de una hora después del inicio de los síntomas (AFE Foundation).
El tratamiento se centra en controlar los síntomas e impedir que la EA derive en un estado de coma o la muerte. Para ayudar a la madre a respirar, puede usarse oxigenoterapia o un respirador. Asegurar que la madre reciba suficiente oxígeno es crucial para garantizar que el bebé también lo reciba. También es posible que le coloquen un catéter en la arteria pulmonar para que los médicos puedan controlar el corazón. Además, posiblemente le administren medicamentos para controlar la presión arterial. En muchos casos, es necesario realizar varias transfusiones de sangre, plaquetas y plasma para reponer la sangre perdida durante la fase hemorrágica.
El médico controlará al bebé y estará atento a cualquier signo de sufrimiento fetal. Lo más probable es que se induzca el parto tan pronto como logre estabilizarse la afección a fin de aumentar las probabilidades de que el bebé sobreviva. En la mayoría de los casos, los bebés permanecen en observación en la unidad de cuidados intensivos.
Las tasas de mortalidad estimadas para las mujeres que han sufrido EA son variables. Si bien según informes más antiguos, hasta el 60 por ciento de las mujeres no lograban sobrevivir, los datos más recientes indican que esta cifra es de alrededor del 27 por ciento (Gist et ál., 2009). Las mujeres que sobreviven a una EA a menudo sufren complicaciones crónicas, entre ellas, las siguientes:
La madre también puede sufrir problemas emocionales, en especial si el bebé no sobrevive. Entre estos problemas, se incluyen la depresión puerperal y el trastorno de estrés postraumático.
Entre el 20 y el 25 por ciento de los bebés que sufren EA no logran sobrevivir (Gist et ál., 2009). Algunos de los bebés que sobreviven a una EA sufren complicaciones permanentes o crónicas, entre ellas, las siguientes:
La EA no puede prevenirse y resulta difícil predecir si ocurrirá y cuándo. Si usted ha sufrido EA y tiene pensado tener otro bebé, consulte primero a un obstetra especializado en embarazos de alto riesgo, quien analizará junto a usted los riesgos que conlleva otro embarazo y la controlará atentamente en el caso de que vuelva a quedar embarazada.
Escrito por (en Inglés): Amanda Delgago
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Wider, MD