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Si bien no hay factores de riesgo ambientales evidentes que produzcan esclerosis múltiple, existen muchos datos conocidos sobre los posibles factores desencadenantes. A nivel mundial, la enfermedad afecta a hasta 2,5 millones de personas; sin embargo, por motivos que no se comprenden totalmente, su prevalencia varía ampliamente según las regiones geográficas. Ocurre con mayor frecuencia en las personas de raza blanca con ascendencia noreuropea.
Las regiones que visitaron los vikingos y otras tribus noreuropeas, o los lugares donde se establecieron, tienen el mayor índice de EM. En países de Europa, América del Norte, África del Sur, ciertas áreas del Mediterráneo, Australia y Nueva Zelanda, hay mucha gente con EM, mientras que la enfermedad es relativamente poco frecuente en Asia, África y en países tropicales. Claramente, favorece las regiones templadas del mundo.
Los estudios sobre migración también han aumentado nuestro conocimiento sobre los factores de riesgo de la EM. Los extranjeros que emigran de regiones de alto riesgo a regiones de bajo riesgo (por ejemplo, de clima templado a clima tropical) conservan el riesgo de su lugar de nacimiento si tienen al menos 15 años de edad cuando se mudan. Si lo hacen a una edad más temprana, hay indicios de que pueden obtener los beneficios de la protección de la región de bajo riesgo.
Los investigadores han analizado agentes infecciosos y no infecciosos para explicar los patrones de variación geográfica en la causa de la EM. Por ejemplo, se llevaron a cabo investigaciones sobre la luz solar y la vitamina D, y se descubrió que las horas de luz solar promedio por año y la radiación solar diaria promedio de diciembre en el lugar de nacimiento estuvieron estrechamente correlacionadas con la presencia de EM. También existe una teoría en la cual una mayor intensidad del sol puede influir en la aparición de EM. Sin embargo, ninguno de los estudios que han investigado esta teoría ha podido demostrar que la luz solar de alta intensidad produzca EM. Son simplemente estudios de asociación que deben interpretarse teniendo en cuenta todos los demás factores que contribuyen al desarrollo de la EM.
Los investigadores también han estudiado el rol de los agentes infecciosos, incluidos los virus y las bacterias, como factor desencadenante de la EM. Los estudios demuestran que el riesgo de padecer EM es, aproximadamente, 10 veces mayor en las personas que tuvieron una infección del virus de Epstein-Barr que en aquellas que no lo tuvieron. Este riesgo se multiplica por 20 en las personas que padecieron mononucleosis clínica.
Aunque se desconoce la causa de la EM, se están investigando los factores genéticos junto con los problemas geográficos y los agentes infecciosos. La información sobre la predisposición genética en la EM proviene de diversos estudios. Se ha demostrado que la EM se produce en los mellizos con menos frecuencia que en los gemelos. Se han aislado otros genes que se considera que podrían explicar la predisposición a la enfermedad. Actualmente, se están estudiando estos genes en todo el mundo. Los genes también pueden ser determinantes en la evolución de la enfermedad. Por ejemplo, la capacidad de una persona para reparar la mielina y conservar sus axones puede estar determinada genéticamente.
Por último, el sexo de las personas es bastante importante para determinar los factores de riesgo de la EM. Los estudios han demostrado que las mujeres tienen más posibilidades de padecer EM que los hombres. Otros estudios han demostrado que los cambios hormonales que ocurren, por ejemplo, durante el ciclo menstrual y después del parto (período posparto) pueden estar vinculados con recaídas agudas de la enfermedad.
Si bien algunos investigadores han concluido que los hombres no se mantienen tan bien como las mujeres a largo plazo, un estudio más reciente indica que, aunque los hombres pueden evolucionar (empeorar) más rápido, ambos sexos finalmente tienen cierto grado de incapacidad a la misma edad.
Por último, algunos investigadores han sugerido que las personas que presentan la enfermedad a una edad más temprana pueden tener un pronóstico más favorable, pero aquellas a quienes se les diagnostica la enfermedad a una edad más avanzada no se mantienen tan bien con el paso del tiempo. No están claros los motivos por los cuales sucede esto y, por ello, se requiere mayor investigación.
Escrito por (en Inglés): June Halper, MSN, APN-C, FAAN, MSCN
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD, MPH