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Los trastornos del espectro autista (TEA) se utilizan para describir tres de los cinco trastornos generalizados del desarrollo, incluido el trastorno autista, el trastorno de Asperger y una tercera categoría que incluye trastornos generalizados del desarrollo que no se enmarcan en las descripciones típicas de los trastornos del desarrollo.
Por lo general, los signos de estos trastornos se hacen visibles en los niños alrededor de los 3 años de edad. Los síntomas del trastorno autista incluyen un retraso importante en el lenguaje y el desarrollo cognitivo; por el contrario, las personas con el síndrome de Asperger no presentan un retraso significativo en estas áreas. Debido a que en el síndrome de Asperger el lenguaje no se ve afectado de manera significativa en comparación con el autismo, el síndrome de Asperger puede denominarse "autismo de alto funcionamiento".
Los síntomas pueden variar de leves a graves. Algunas personas pueden considerarse autistas pero desenvolverse en la sociedad sin problemas, mientras que en otras, la afección puede afectar considerablemente tanto sus vidas como la vida de quienes los rodean.
Los trastornos del espectro autista afectan a personas de todo el mundo, sin distinción de raza, origen cultural ni situación económica. Los TEA se presentan más a menudo en niños que en niñas, en una proporción de cuatro hombres por cada mujer.
Según los Centers for Disease Control and Prevention [Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC] de los Estados Unidos, se estima que el autismo afecta aproximadamente a uno de cada 110 niños en los Estados Unidos. Sin embargo, diversos estudios epidemiológicos han revelado índices variables para la afección, que oscilan entre una proporción de uno de cada 80 niños a una proporción de uno de cada 240 niños.
Ciertos indicadores sugieren que la cantidad de personas con TEA está en aumento, pero los expertos analizan si se trata de un aumento real o si el crecimiento se debe a un diagnóstico más frecuente.
Como su nombre lo indica, la sigla "TEA" hace referencia a una variedad de síntomas diferentes.
Los TEA fueron definidos por primera vez como trastornos en la década de 1940 por dos investigadores que trabajaban independientemente. El Dr. Leo Kanner estudió lo que más adelante se definiría como "autismo grave" o "clásico". Al mismo tiempo, el Dr. Hans Asperger definió la afección que ahora lleva su nombre.
Por lo general, el autismo clásico comprende problemas importantes en todas las áreas afectadas por los TEA, mientras que las personas que padecen el síndrome de Asperger generalmente tienen problemas relacionados con la conducta y la interacción social, pero no suelen tener dificultades relativas al desarrollo del lenguaje. Los síntomas que presentan las personas que tienen síndrome de Asperger a menudo son menos graves.
Existe debate en cuanto a si el síndrome de Asperger es una variante del autismo clásico (autismo de alto funcionamiento) en lugar de un trastorno independiente.
El trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD-NE) es la clasificación en la que se incluye a las personas que presentan signos de autismo pero que no se enmarcan en las categorías de autismo clásico ni de síndrome de Asperger.
La causa exacta del autismo y de los demás trastornos del espectro autista aún se desconoce. Las últimas investigaciones científicas indican que no existe una única causa del autismo, sino que se trata de una enfermedad que depende de muchos factores, incluido un fuerte componente genético.
No existe una cura para los TEA. Los tratamientos más eficaces incluyen intervenciones tempranas intensivas orientadas a mejorar la funcionalidad del niño. Según el consenso general, cuanto antes se inscriba al niño en este tipo de programas, mejor será el pronóstico.
Debido a que el tratamiento convencional no ha encontrado una cura para los TEA, los pacientes y sus cuidadores suelen recurrir a terapias no comprobadas como las siguientes:
Actualmente, no hay pruebas que indiquen que estos tratamientos son eficaces, por lo que se recomienda que los padres evalúen las pruebas y los costos antes de invertir en terapias para sus hijos.
Escrito por (en Inglés): the Healthline Editorial Team
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD, MPH