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La epilepsia, también conocida como trastorno convulsivo, es una afección neurológica que, según se cree, afecta a varios millones de estadounidenses. Los Centers for Disease Control and Prevention [Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC] calculan que se diagnostican aproximadamente 140.000 nuevos casos al año.
La epilepsia es el resultado de una disfunción en las neuronas, que provoca episodios denominados convulsiones.
Los síntomas de una convulsión pueden variar considerablemente, pero algunos de los efectos pueden incluir convulsiones físicas, conductas atípicas y pérdida del conocimiento. Es posible que una persona tenga una convulsión y no tenga epilepsia si se trata de un episodio único. Tener epilepsia significa que las convulsiones se producen de forma repetida a lo largo del tiempo.
Si bien no existe cura para la epilepsia, puede desaparecer por sí sola. Cuando no lo hace, a menudo puede tratarse con buenos resultados mediante distintas formas que permiten minimizar sus efectos. Las personas de muy corta edad o de edad muy avanzada son más propensas a padecer epilepsia, si bien puede manifestarse en todos los grupos etarios.
La epilepsia puede ser el resultado de lesiones, infecciones o enfermedades que dañan el cerebro, pero también puede aparecer en ausencia de esos daños. Al parecer, también los factores genéticos influyen en cierta medida. Las personas que tienen antecedentes familiares de epilepsia son más propensas a desarrollar este trastorno que quienes no los tienen.
Si bien la humanidad conoce la existencia de la epilepsia desde hace miles de años, muchas veces no se la ha comprendido e incluso se la ha confundido con posesiones demoníacas o castigos divinos.
Los investigadores griegos de la época de Alejandro Magno fueron unos de los primeros en intentar definir correctamente el trastorno y algunos de ellos sostenían la teoría (que se comprobaría siglos más tarde) de que se trataba de una afección del cerebro. A pesar de eso, la comprensión y el tratamiento eficaz surgirían recién en los siglos XVIII, XIX y XX.
Para comprender la epilepsia es necesario tener una idea de cómo funciona el cerebro. El cerebro es el centro de la red que rige el organismo (el sistema nervioso) y es allí donde se origina la mayoría de las instrucciones que nos permiten movernos, respirar e interactuar con los demás y con el mundo que nos rodea. Estas instrucciones se basan en información que envían los nervios de todo el cuerpo hacia el cerebro. El cerebro interpreta estos mensajes y envía instrucciones al cuerpo mediante los nervios.
Cada región del cerebro es responsable de funciones específicas. Algunas de ellas se encargan de los sentidos, otras contribuyen a la memoria y las emociones y otras nos ayudan a movernos físicamente. La información viaja hacia el cerebro y desde él mediante redes de células especializadas denominadas neuronas. Estas células comunican la información mediante el envío de impulsos eléctricos de una a otra.
Cuando las neuronas del cerebro fallan, la manifestación súbita de actividad eléctrica que se produce provoca una convulsión. Las convulsiones se clasifican según su alcance. Pueden estar limitadas a una pequeña región del cerebro, comenzar en una región específica, pero luego extenderse al resto del cerebro, o bien pueden afectar todo el cerebro al mismo tiempo sin comenzar por ningún punto en particular.
Algunos de los tipos de epilepsia incluyen los siguientes:
Escrito por (en Inglés): the Healthline Editorial Team
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD