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La esclerosis múltiple (EM) afecta a aproximadamente entre 300.000 y 400.000 personas en los Estados Unidos y a más de dos millones en todo el mundo. Aunque se la considera una enfermedad relativamente poco común, la EM ha generado interés particular hace poco tiempo debido a los tratamientos nuevos y emergentes para controlar la enfermedad.
Hay una urgencia mayor en cuanto a esta enfermedad debido a que aparece en la mejor época de la vida de las personas, predominantemente en las mujeres, y produce una morbilidad considerable durante varios años. La naturaleza crónica de la mayoría de los tipos de EM requiere un enfoque multidisciplinario que incluye proveedores de atención médica, trabajadores sociales y apoyo de la comunidad para enfrentar una gran cantidad de problemas provenientes de la presencia de una enfermedad potencialmente debilitante en la población joven.
Para comprender la EM, se puede comparar la estructura de los nervios del cuerpo con un cable de teléfono. Los nervios, al igual que los cables, se componen de dos partes: el material de transmisión y el aislante. En un cable, el material de transmisión es de metal y el aislante es de plástico. En un nervio, el material de transmisión son las células nerviosas y el aislante es una sustancia llamada mielina. La EM se caracteriza por el daño generado en la vaina de mielina, la cubierta de los nervios del sistema nervioso central. El daño en la mielina, conocido como placas, puede verse en los estudios del cerebro. Las placas pueden encontrarse en el cerebro, los nervios ópticos y la médula espinal, y pueden interferir en la transmisión de información a través de los nervios y, por lo tanto, en el funcionamiento general de una persona. El daño de la unidad nervio-mielina produce incapacidades irreversibles.
Aunque aún no está clara la causa de la EM, los investigadores creen que puede haber una predisposición genética a padecer la enfermedad, que, al combinarse con un grupo de factores ambientales, puede provocar la enfermedad.
Se especula que una infección bacteriana o vírica podría ser el factor desencadenante inicial para la aparición de la EM, pero no hay una respuesta definitiva a esta cuestión. Existe evidencia importante para sugerir que el daño en los nervios es consecuencia de que las células del sistema inmunitario actúen incorrectamente sobre los nervios y la mielina.
Los síntomas de la EM pueden clasificarse como primarios (directamente causados por la misma enfermedad), secundarios (producidos por el control inadecuado de los síntomas primarios) y terciarios (provocados por complicaciones de la enfermedad). Por ejemplo, si una persona tiene problemas de vejiga (un síntoma primario) no controlados, puede padecer infecciones (un síntoma secundario) y aislarse socialmente (un síntoma terciario). Además, es posible que la persona deje de conducir o trabajar por este problema no controlado (otros posibles síntomas terciarios).
En muchos casos, la queja inicial que conduce a un diagnóstico de EM incluye cambios en la visión. A partir de allí, los síntomas de la EM pueden ser sutiles y leves (adormecimiento, cosquilleo) o graves (imposibilidad de caminar o moverse) y pueden variar periódicamente y según la persona. Por lo tanto, el tratamiento debe individualizarse para cada persona y ser dinámico para tratar los problemas cambiantes relacionados con la enfermedad. Con frecuencia, las personas con EM necesita un trabajo en equipo para controlar la enfermedad, además de los medicamentos, la rehabilitación, el asesoramiento y los servicios de instrucción.
La EM puede adoptar un ciclo recurrente con períodos de ataques seguidos de remisiones o tener un patrón de empeoramiento sin períodos aislados de estabilización. Hasta la segunda mitad del siglo XX, el diagnóstico de la EM generalmente demoraba bastante tiempo. Sin embargo, más recientemente, los avances en la ciencia y la tecnología han aumentado la sensibilidad de los diagnósticos. Además, los avances en el control de la EM se enfocan en la modificación de la enfermedad y en el control de los síntomas. Si bien los regímenes de tratamiento se han tornado más complejos y problemáticos para la persona con EM, actualmente hay un mensaje claro de esperanza en el futuro.
Escrito por (en Inglés): June Halper, MSN, APN-C, FAAN, MSCN
Revisado médicamente (en Inglés)
on: Nov 13, 2013: Jennifer Monti, MD, MPH