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La intoxicación con acetona se produce cuando la cantidad de acetona presente en el organismo es mayor que la que el hígado es capaz de descomponer. La acetona es un líquido transparente que tiene un olor similar al del quitaesmalte. En contacto con el aire, se evapora rápidamente y continúa siendo muy inflamable, por lo que es peligroso usarla cerca de una llama abierta. Existen cientos de productos para el hogar que contienen acetona, incluidos los lustramuebles, el alcohol isopropílico y los quitaesmaltes. Sin embargo, pese a su presencia en tantos productos de uso habitual, la incidencia de la intoxicación con acetona es muy baja. El organismo puede tolerar hasta 200 ml sin sufrir consecuencias graves debido a que el hígado es capaz de absorber la acetona y descomponerla en sustancias químicas que pueden aprovecharse. La fuente de la acetona no siempre es externa. El organismo produce acetona cuando descompone las grasas, por lo que la cantidad de acetona aumenta cuando el régimen alimentario contiene niveles bajos de grasas. La intoxicación con acetona puede ser causada por enfermedades metabólicas, inanición o exposición excesiva a determinadas sustancias químicas. Entre los síntomas de la intoxicación con acetona, se incluyen cefaleas, mareos y, en casos poco frecuentes, la muerte. Si la persona ingiere acetona, puede utilizarse la aspiración gástrica como tratamiento. En otros casos, el tratamiento de ventilación por vía oral permite eliminar la acetona de la sangre a través de los pulmones.
La intoxicación con acetona es poco frecuente. El organismo es capaz de descomponer cantidades grandes de acetona de manera natural. Por ende, para que la exposición sea excesiva, es necesario que se produzcan, se ingieran o se inhalen cantidades muy grandes de acetona. Entre los síntomas de una intoxicación leve, se incluyen los siguientes:
Entre los síntomas graves, que son muy poco frecuentes, se incluyen los siguientes:
Todos los días, el organismo descompone las grasas en moléculas orgánicas llamadas cuerpos cetónicos. Los cuerpos cetónicos contienen acetona y circulan por el torrente sanguíneo hasta llegar al hígado, donde son degradados. La intoxicación con acetona puede producirse cuando existe una cantidad anormalmente elevada de cuerpos cetónicos, una afección conocida como cetoacidosis. Las enfermedades metabólicas, como la diabetes mellitus (de tipo 1 y 2), pueden causar cetoacidosis. En casos de inanición extrema, las reservas de carbohidratos se agotan y el organismo comienza a descomponer las grasas acumuladas en cuerpos cetónicos. Como el hígado no puede compensar esta cantidad excesiva de cuerpos cetónicos, la cantidad de cuerpos cetónicos en la sangre aumenta a niveles peligrosamente elevados. La intoxicación con acetona puede tener otras causas, incluidas las siguientes:
Los pacientes que sufren una intoxicación con acetona presentan un síntoma característico fuera de lo común que facilita el diagnóstico: un aliento frutal producido por la cantidad elevada de cuerpos cetónicos en la sangre. Los análisis de sangre para detectar la presencia de acetona no son demasiado eficaces debido a la cantidad de acetona que se encuentra en el organismo de manera natural. Para efectuar el diagnóstico, los médicos buscan identificar niveles elevados de acetona y cuerpos cetónicos además de síntomas físicos. Entre las pruebas que permiten diagnosticar la intoxicación, se incluyen las siguientes:
Los pacientes que presentan una intoxicación con acetona suelen tener un aliento frutal. Esto se debe a que una de las maneras en las cuales el organismo elimina la acetona es por medio de la respiración. Una forma de tratamiento es el aporte de oxígeno. El cociente de concentración de la acetona en la sangre con respecto a la acetona en los alvéolos (sacos alveolares) de los pulmones es de 330. Esto significa que es necesario exhalar 330 litros de aire y reponerlos con aire limpio para eliminar la acetona presente en un litro de sangre (Ramu et ál., 1978). (En promedio, el organismo de una persona adulta contiene de cinco a seis litros de sangre). Si bien se trata de un método eficaz de eliminar la acetona de la sangre, la recuperación puede demorar días o semanas si la eliminación tiene lugar a través de los pulmones.
Si la persona ha ingerido grandes cantidades de acetona, no debe inducirse el vómito, ya que la acetona es nociva para la piel de la boca y la membrana que recubre el esófago. El tratamiento más frecuente es una aspiración gástrica. Para aspirar el contenido del estómago, el médico introduce una sonda que desciende por la garganta hasta llegar al estómago. Luego, se inyectan cantidades pequeñas de agua o solución salina en el estómago y se procede a su aspiración.
El proceso se repite hasta eliminar la totalidad de la acetona. Uno de los riesgos del procedimiento de aspiración gástrica es la neumonía por aspiración, una afección causada por la inyección involuntaria de agua en los pulmones, en lugar del estómago. Cuando los pulmones se llenan de líquido, el paciente puede sufrir ahogamiento.
Si usted padece un trastorno metabólico, como la diabetes, siga las indicaciones del médico en relación con el régimen alimentario, los medicamentos y el estilo de vida. Si percibe cambios en los síntomas, consulte al médico para averiguar si es necesario realizar ajustes en el régimen alimentario, a fin de mantener bajo control las fuentes internas de acetona.
La acetona proveniente de fuentes externas puede ingresar en el organismo de cuatro maneras diferentes:
Para prevenir la exposición a la acetona, lo único que debe hacer es tomar las siguientes precauciones sencillas:
En cantidades pequeñas, la acetona no es nociva. Sin embargo, si se inhalan grandes cantidades en poco tiempo, pueden irritarse la nariz, la garganta, los pulmones y los ojos y presentarse cefaleas, mareos, confusión, pulso acelerado, náuseas, vómitos, pérdida del conocimiento y un posible estado de coma. La ingestión de cantidades grandes de acetona puede dañar la piel de la boca y provocar la pérdida del conocimiento. Se ha demostrado que la exposición prolongada en animales provoca daños en los riñones, el hígado y los nervios. Sin embargo, se desconoce si los efectos son similares en los seres humanos. Por el momento, no se sabe si la acetona puede causar cáncer.
Escrito por (en Inglés): Lydia Krause
Revisado médicamente (en Inglés)
: George Krucik, MD