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La lepra es una infección bacteriana progresiva y crónica que afecta principalmente a los nervios de las extremidades, el recubrimiento interno de la nariz y las vías respiratorias superiores. Es provocada por la bacteria Mycobacterium leprae o microbacteria de la lepra. Si no se trata, produce llagas en la piel, lesiones nerviosas y debilidad muscular, lo que puede derivar en una desfiguración grave y una incapacidad importante.
La lepra es una de las enfermedades más antiguas de la historia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la primera referencia escrita que existe sobre ella data del año 600 A. C. (OMS, 2010).
Es común en muchos países, especialmente en aquellos de clima tropical o subtropical. Sin embargo, no es tan común en los Estados Unidos. De acuerdo con los National Institutes of Health [Institutos Nacionales de la Salud, NIH], en los Estados Unidos se diagnostican aproximadamente tan solo 100 casos nuevos por año (NIH, 2011).
Más de la mitad de los casos de lepra que se registraron en este país en 2006 provenían de California, Florida, Luisiana, Massachusetts, Nueva York y Texas. En la mayoría de los casos, los pacientes afectados eran emigrantes de países en vías de desarrollo (Merck, 2009).
La lepra se clasifica según tres sistemas diferentes. El primer sistema reconoce dos tipos de lepra: la lepra tuberculoide y la lepra lepromatosa. Este tipo de clasificación se basa en la repuesta del sistema inmunitario frente a la enfermedad.
En el caso de la lepra tuberculoide, la respuesta del sistema inmunitario es buena y la enfermedad se limita a unas cuantas lesiones (llagas en la piel). La enfermedad es leve y presenta un bajo grado de contagio. En el caso de la lepra lepromatosa, la respuesta del sistema inmunitario es deficiente y afecta la piel, los nervios y otros órganos, y aparecen lesiones y nódulos (protuberancias y bultos de gran tamaño) en todo el cuerpo. Este tipo de enfermedad es más contagiosa.
La OMS clasifica esta afección en categorías según el tipo y la cantidad de áreas de la piel afectadas, a saber:
El sistema Ridley-Jopling se utiliza en los estudios clínicos a nivel global. Consta de seis clasificaciones según la gravedad de los síntomas, a saber:
La lepra se contagia a través del contacto con la mucosa de una persona infectada, por lo general, mediante estornudos o tos. No obstante, no es altamente contagiosa. Para contraer lepra se debe mantener un contacto frecuente y cercano con una persona que no recibe tratamiento.
La bacteria que causa la lepra se multiplica muy lentamente. Es por ello que el período de incubación (el lapso entre el momento en el que se contrae la infección y la aparición de los primeros síntomas) puede ser de hasta cinco años. Es posible que lo síntomas no aparezcan durante 20 años (OMS, 2010).
Según el New England Journal of Medicine (NEJM), hay un tipo de armadillo nativo del sur de los Estados Unidos que también puede ser portador de la enfermedad y transmitírsela a los seres humanos (2011).
Entre los síntomas principales de la lepra se incluyen los siguientes:
El médico le realizará una exploración física en busca de signos y síntomas característicos de la enfermedad. Además, llevará a cabo una biopsia de piel o un raspado. Le extraerá un trozo pequeño de piel y lo enviará a un laboratorio para su análisis.
Además, es posible que también efectúe una prueba cutánea de lepromina para determinar el tipo de lepra que padece. En esta prueba se inyecta una cantidad pequeña de la bacteria que causa la lepra en la piel, generalmente en la parte superior del antebrazo. En las personas que padecen lepra tuberculoide o tuberculoide dimorfa, el lugar en donde se coloca la inyección se irrita.
La OMS desarrolló en 1995 un tratamiento multimedicamentoso para curar todos los tipos de lepra, al cual se puede acceder gratuitamente en todo el mundo (OMS, 2010). Asimismo, se utilizan varios antibióticos para eliminar la bacteria que provoca la lepra, entre los que se incluyen:
El médico tal vez le recete más de un antibiótico a la vez. También puede indicarle que tome un antinflamatorio como aspirina, prednisona o talidomida. Sin embargo, si está embarazada o está planificando un embarazo, no tome talidomida, ya que puede causar numerosas anomalías congénitas.
Si el tratamiento o el diagnóstico no se efectúan a tiempo, pueden surgir complicaciones graves, por ejemplo:
El pronóstico general es favorable si la lepra se diagnostica rápidamente. Mediante el tratamiento precoz se previenen los daños en los tejidos, se detiene el avance de la enfermedad y se evitan complicaciones graves de salud.
El pronóstico es menos favorable cuando la enfermedad se diagnostica en una etapa avanzada, una vez que ya se ha producido una desfiguración o una incapacidad importante. En estos casos, puede resultar imposible llevar una vida normal, aun cuando se realice un tratamiento.
La mejor forma de prevenir la lepra es evitar el contacto cercano y prolongado con una persona infectada que no recibe tratamiento.
Escrito por (en Inglés): Maureen Donohue
Revisado médicamente (en Inglés)
: George Krucik, MD