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El lupus es una enfermedad autoinmunitaria que genera inflamación en todo el cuerpo. Enfermedad autoinmunitaria significa que el sistema inmunitario del cuerpo ataca sus propias células y es responsable de la inflamación. La inflamación que causa el lupus puede afectar distintos órganos y tejidos del cuerpo: entre ellos, las articulaciones, la piel, el corazón, la sangre, los pulmones, el cerebro y los riñones. Si bien esta enfermedad puede llegar a ser grave y potencialmente mortal debido a que genera el daño permanente de algún órgano, muchos de los pacientes presentan un tipo leve de la enfermedad. Aún no se ha encontrado la cura para el lupus.
Si bien los médicos e investigadores aún no conocen con certeza cuáles son las causas del lupus, la mayoría cree que puede originarse a partir de los factores detallados a continuación:
La mayoría de los investigadores cree que la herencia influye en la aparición de la enfermedad, aunque no se han hallado pruebas concretas. Esto no significa que el paciente contraerá lupus por el solo hecho de tener un antecedente familiar de lupus, sino que solo será un poco más propenso a padecerlo.
En la actualidad, están llevándose a cabo algunos estudios con el fin de determinar si existen factores ambientales que originen el lupus. Entre los factores ambientales desencadenantes de la enfermedad pueden incluirse el consumo de tabaco, el estrés, las toxinas y el polvo de sílice; no obstante, aún es preciso realizar más investigaciones para obtener resultados definitivos.
La exposición a la luz solar o ultravioleta es el único factor ambiental cuya relación con la inflamación cutánea ocasionada por el lupus (eritema vespertilio) se ha comprobado. Asimismo, la inflamación en los órganos internos también se ha asociado con la exposición a la luz ultravioleta en el caso de las personas propensas a contraer lupus.
Según algunos estudios, las hormonas podrían ser causantes de la enfermedad. Muchos médicos e investigadores consideran que los niveles anormales de estrógeno constituyen un factor de riesgo.
Algunas personas infectadas con virus, como citomegalovirus, pueden llegar a contraer lupus. Por otro lado, la relación entre la hepatitis C y el lupus aún está en investigación. Todavía no se estableció una relación causal directa entre estas enfermedades y el lupus. Si bien el virus de Epstein-Barr se ha asociado con la aparición del lupus durante la niñez, los estudios no han sido concluyentes.
En algunos casos poco frecuentes, el uso prolongado de ciertos medicamentos podría originar lupus, por lo que un subgrupo de esta enfermedad se denomina lupus eritematoso inducido por medicamentos (DILE). Existen muchos medicamentos relacionados con el lupus inducido por medicamentos; pero, entre los más comunes, se encuentran los que se usan para tratar la presión arterial alta, como hidralacina, los medicamentos anticonvulsivos, como carbamacepina, y el fármaco antiinfeccioso isoniacida, que se utiliza para el tratamiento de la tuberculosis. Es importante recordar que el DILE es una consecuencia poco frecuente del uso de estos medicamentos.
Para muchos médicos e investigadores, lo más lógico sería basarse en una teoría que analice en conjunto todos los factores causantes de lupus. Una persona que tenga antecedentes familiares de la enfermedad y esté expuesta a ciertos factores ambientales o tome algún medicamento en particular podría contraer lupus.
Existen cuatro tipos de lupus que se diagnostican habitualmente.
Este es el tipo de lupus más frecuente. Cuando las personas se refieren al lupus, piensan en este tipo de la enfermedad. El lupus sistémico puede ser leve o extremadamente grave.
Por lo general, este tipo de lupus afecta solo la piel y puede causar sarpullidos y lesiones permanentes con cicatrices. Este tipo de lupus cutáneo que deja cicatrices en la piel se denomina lupus discoide.
El lupus eritematoso inducido por medicamentos (DILE) se origina por el uso prolongado de ciertos medicamentos recetados. Si bien presenta los mismos síntomas que el lupus sistémico, en la mayoría de los casos, no afecta los órganos principales.
El lupus neonatal es prácticamente infrecuente y afecta a los niños que nacen de madres con lupus. Al nacer, el niño infectado probablemente presente sarpullido en la piel, problemas hepáticos y un recuento bajo de células sanguíneas. Sin embargo, estos síntomas generalmente desaparecen luego de algunos meses y no dejan ningún daño permanente. En muy pocos casos, este tipo de lupus puede causar anomalías cardíacas graves. El lupus puede diagnosticarse antes del parto, lo cual permite establecer un tratamiento adecuado y garantizar la salud óptima del bebé.
Algunos factores que pueden aumentar el riesgo de contraer lupus incluyen los siguientes:
Los síntomas del lupus varían según los sistemas del cuerpo que se vean afectados y pueden ser permanentes, desaparecer en forma repentina o, en algunos casos, exacerbarse. Ningún caso de lupus es igual a otro; no obstante, entre los síntomas y signos más frecuentes, se incluyen los siguientes:
Como los síntomas y signos de esta enfermedad varían, resulta difícil diagnosticarla. No es posible detectar el lupus de forma definitiva mediante la realización de una sola prueba, sino que es necesario analizar en conjunto los síntomas y los resultados de diversas pruebas para poder determinar si la persona está afectada. Algunas de las pruebas que se realizan incluyen las siguientes:
El médico obtendrá los antecedentes médicos detallados del paciente y evaluará su estado general para descartar otras afecciones.
Pueden realizarse diversos análisis de laboratorio, entre ellos:
Las radiografías de tórax y los ecocardiogramas se utilizan habitualmente para detectar inflamaciones o líquidos anormales, cuya presencia podría indicar un daño ocasionado por el lupus.
Para confirmar la existencia de lupus cutáneo, puede realizarse una biopsia de piel de un área con sarpullido y analizarla con un microscopio especial. Cerca del 60 % de los pacientes con lupus presenta daño en el riñón, que es un órgano muy importante del organismo. Es probable que, de acuerdo con ciertos criterios y pruebas clínicas, el médico indique la realización de una biopsia de riñón para determinar si existe daño causado por el lupus. Este examen no requiere una cirugía mayor, sino que, por lo general, consiste en colocarle al paciente anestesia local e introducirle una aguja a través de la piel hasta el riñón con el fin de extraer una muestra de tejido. Este procedimiento puede realizarse utilizando una ecografía como guía. El análisis microscópico de la muestra será útil para determinar si el riñón ha sido afectado por el lupus.
Por lo general, el tratamiento del lupus consiste en tratar los síntomas, que pueden desaparecer o cambiar y, en consecuencia, quizá deban realizarse algunas modificaciones en los tratamientos.
Se ha demostrado que los medicamentos antinflamatorios no esteroideos (AINE), antipalúdicos, corticoesteroides e inmunodepresores resultan eficaces en el tratamiento de los síntomas del lupus.
Algunas personas con lupus han obtenido buenos resultados optando por descansar en forma debida, hacer ejercicio regularmente, usar protector solar y evitar la exposición prolongada a los rayos solares ultravioletas, no fumar y mantener un régimen alimentario equilibrado.
Algunos pacientes también han obtenido alivio mediante el uso de terapias alternativas en conjunto con los tratamientos tradicionales. Habitualmente, se utilizan suplementos, como semillas de lino, aceite de pescado, dehidroepinadrosterona (DHEA) y vitamina D. El paciente deberá consultar con el médico sobre los tratamientos alternativos que desee probar.
Debido a que aún se desconoce la causa exacta del lupus, no es posible prevenirlo. Probablemente, a través de nuevos estudios e investigaciones sea posible determinar la causa exacta del lupus y definir una estrategia de prevención eficaz. Hasta entonces, la mayoría de los médicos seguirá centrándose en combatir la inflamación, controlar los síntomas y aliviar el dolor que provoca el lupus.
Escrito por (en Inglés): Bree Normandin and Matthew Solan
Revisado médicamente (en Inglés)
: Brenda B. Spriggs, MD, MPH, FACP