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La nefropatía diabética es un tipo de enfermedad renal progresiva que afecta a quienes tienen diabetes de tipo 1 o de tipo 2. Según la University of Washington [Universidad de Washington, UW], entre el 20 y el 40 por ciento de las personas que tienen diabetes sufrirán nefropatía diabética en algún momento de sus vidas (UW, 2012). Quienes tienen diabetes de tipo 1 son más propensos a sufrir insuficiencia renal terminal (IRT) que quienes padecen diabetes de tipo 2.
La nefropatía diabética tiene cinco etapas. La quinta y última etapa es la IRT. La nefropatía diabética avanza de manera gradual. Según el University of Rochester Medical Center [Centro Médico de la Universidad de Rochester, URMC], el tiempo promedio que transcurre desde el comienzo de la etapa de insuficiencia renal hasta la quinta etapa es de 23 años (URMC, 2012). Sin embargo, no en todos los pacientes la enfermedad avanza hasta la última etapa.
Cada riñón tiene alrededor de un millón de nefronas, que son estructuras pequeñas que filtran los desechos de la sangre. La diabetes puede causar el engrosamiento y la cicatrización patológica de las nefronas, lo que reduce su capacidad de filtrado de desechos y eliminación de líquido del organismo. Esto provoca la liberación de un tipo de proteína llamada albúmina en la orina, lo que da origen a la nefropatía diabética.
Si bien se desconoce el motivo exacto por el cual esto ocurre en las personas diabéticas, se cree que los niveles elevados de glucemia y la presión arterial elevada podrían contribuir a la nefropatía diabética. Los niveles elevados de glucemia y la presión arterial elevada persistentes pueden dañar los riñones e impedirles filtrar los desechos y eliminar el líquido del organismo.
Se ha demostrado que algunos factores aumentan el riesgo de padecer nefropatía diabética, entre ellos, los siguientes:
A menudo, las primeras etapas del daño renal pasan desapercibidas, es decir, no son detectadas. Es posible que no se manifiesten síntomas hasta que la enfermedad renal avance y se convierta en una IRT.
Entre los síntomas de la IRT, pueden incluirse los siguientes:
Lo más probable es que el médico le realice análisis anuales de sangre y de orina para detectar los primeros signos de daño renal. Entre los análisis más frecuentes, se incluyen los siguientes:
Un análisis de microalbuminuria en la orina permite detectar la presencia de albúmina en la orina. En circunstancias normales, la orina no contiene albúmina, por lo que la presencia de esta proteína es un signo de daño renal.
Un análisis de BUN detecta la presencia de nitrógeno ureico en la sangre. El nitrógeno ureico se forma tras la descomposición de las proteínas. Los niveles de nitrógeno ureico en la sangre más elevados que lo normal pueden ser un signo de insuficiencia renal.
Este análisis mide los niveles de creatinina en la sangre. Para eliminar la creatinina del organismo, los riñones la envían a la vejiga, desde donde sale del cuerpo a través de la orina. Cuando existe un daño renal, los riñones no son capaces de eliminar normalmente la creatinina de la sangre. Por ende, los niveles elevados de creatinina en la sangre pueden indicar un mal funcionamiento de los riñones.
Si el médico considera que usted podría padecer una nefropatía diabética, pero no está seguro, posiblemente realice una biopsia de riñón. Una biopsia de riñón es una intervención quirúrgica en la cual se extrae una muestra pequeña de tejido de uno o ambos riñones para analizarla al microscopio.
Si bien no existe una cura para la nefropatía diabética, los tratamientos pueden retardar o detener el avance de la afección. Los tratamientos consisten en mantener los niveles de glucemia bajo control y en reducir la presión arterial por medio de medicamentos y cambios en el estilo de vida. Seguramente también le recomienden un régimen alimentario especial para proteger los riñones. Si la enfermedad renal avanza y se convierte en una IRT, deberá someterse a tratamientos más lesivos.
Para mantener los niveles de glucemia bajo control es fundamental controlar regularmente los niveles de glucemia y usar dosis adecuadas de insulina, según las indicaciones del médico. Posiblemente el médico le recete inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA), antagonistas de los receptores de la angiotensina (ARA) y otros medicamentos para reducir la presión arterial.
El médico o un nutricionista lo ayudarán a elaborar un régimen alimentario especial para proteger los riñones. Por lo general, los regímenes alimentarios nefroprotectores tienen contenido bajo de grasas, sodio, potasio, fósforo, proteína y líquido. Además, el médico posiblemente le recomiende un plan de ejercicios para prevenir el aumento de la presión arterial y mantener los riñones sanos.
Si padece IRT, deberá someterse a diálisis o a un trasplante de riñón, además de los tratamientos propios de las primeras etapas de la enfermedad renal, para sobrevivir. La diálisis es un procedimiento en el cual un aparato especial filtra los desechos de la sangre. Muchas personas deben someterse a diálisis tres veces por semana durante cuatro horas diarias. Según su caso particular, es posible que requiera sesiones de diálisis con mayor o menor frecuencia. La otra alternativa de tratamiento es un trasplante de riñón, en el cual se implanta un riñón proveniente de un donante en el cuerpo del paciente. El éxito de la diálisis y de los trasplantes de riñón varía de una persona a otra.
Que la enfermedad avance o no y la velocidad de su avance dependen de cada persona y de la etapa en la cual se diagnostique la afección. Cumplir al pie de la letra con el plan de tratamiento indicado puede desacelerar el avance de la enfermedad. En algunos casos, la nefropatía diabética puede causar daños oculares y enfermedades cardíacas. Cuando la enfermedad avanza al punto de convertirse en una IRT, puede ser mortal.
Escrito por (en Inglés): Rose Kivi
Revisado médicamente (en Inglés)
on: Apr 15, 2014: George Krucik, MD