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Las hemorragias, los huesos fracturados, la fiebre elevada y las erupciones cutáneas extrañas son situaciones que hacen que cientos de miles de padres corran hacia la sala de emergencias cada año. Son cosas de la vida; los padres se preocupan por la salud de sus hijos. Pero he aquí un hecho que nos tranquiliza: los padres conocen todo sobre sus hijos -sus hábitos, sus rutinas y sus inquietudes- por lo que son capaces de detectar prácticamente cualquier problema que tengan. Para brindarle una pequeña ayuda más, le enumeramos algunos síntomas que puede agregar a su radar para padres. Es posible que deba realizar una consulta con un médico si estos síntomas persisten.
Los niños recién nacidos y los bebés no pueden decirle si no oyen correctamente y no responden a todos los estímulos de la forma en que deberían hacerlo. En la mayoría de los estados, se exige realizar pruebas de audición a los recién nacidos. Si nota que su pequeño no percibe los sonidos fuertes ni responde ante ellos, programe una consulta con el pediatra para verificar si existen posibles problemas de audición.
A medida que los niños crecen y comienzan a utilizar reproductores de música personales, parlantes, videojuegos y televisores, es posible que pongan en riesgo su audición. De hecho, uno de cada tres adolescentes tiene cierto grado de pérdida de la audición, lo que representa más del doble en comparación con las tasas de una década atrás. Los niveles de ruido deben mantenerse en valores seguros; los reproductores de MP3 nunca deben usarse a un valor superior a la mitad. Lo mismo se aplica a los televisores, los videojuegos y las películas. Limite, siempre que sea posible, la cantidad de horas que los niños pasan rodeados de ruidos fuertes.
Nuevamente, los bebés no pueden decirle que ven borroso o que no pueden enfocar la vista. Sin embargo, existen ciertas maneras de identificar este problema. Si parece que el bebé nunca enfoca la vista en los objetos o le cuesta encontrar los objetos más cercanos, como el rostro o las manos de sus padres, infórmeselo al pediatra. En el caso de los niños en edad escolar, busque signos tales como entrecerrar los ojos para ver mejor, tener dificultad para leer o sentarse demasiado cerca para ver la televisión. Si su hijo no está teniendo un buen desempeño escolar, asegúrese de que pueda ver bien el pizarrón. Muchos niños son tratados como malos alumnos o problemáticos y a algunos incluso les diagnostican trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA) cuando, en realidad, tienen un problema de visión deficiente que aún no se ha detectado. El hecho de frotarse los ojos constantemente (a cualquier edad) es otro signo de posibles problemas de la visión.
Los niños a menudo tienen fiebre debido a diferentes enfermedades, por ejemplo, problemas estomacales, infecciones que duran un día e infecciones menores. Sin embargo, cuando, además de fiebre elevada, el niño tiene una cefalea tan intensa debido a la cual le cuesta mantener los ojos abiertos, estas son señales de que existe un problema más grave. Comuníquese inmediatamente con el pediatra para descartar meningitis (inflamación de las membranas que rodean el cerebro y la columna). Si se realiza el tratamiento correspondiente a tiempo, podrán prevenirse complicaciones graves e, incluso, la muerte.
El dolor de estómago puede presentarse con frecuencia en algunos niños, especialmente cuando les incorporan nuevos regímenes alimentarios, prueban nuevos alimentos o se sobrecargan, ocasionalmente, con comida chatarra. No obstante, si nota que su hijo está demasiado molesto, lo cual incluye dolor abdominal en el lado derecho inferior, vómitos, diarrea y sensibilidad al tacto en la zona del estómago, es posible que haya un problema más grave: apendicitis. La diferencia más importante entre la apendicitis y la gastroenteritis es que, en el caso de la apendicitis, el dolor de estómago se hace más intenso con el paso del tiempo.
Si su hijo presenta síntomas de fatiga o no parece tener la energía habitual, es posible que haya un problema. La fatiga extrema puede ser consecuencia de diferentes factores; no descarte el hecho de que estas dolencias sean síntomas de trasnochadas durante la adolescencia. El médico investigará entre las diferentes posibilidades, incluidas, entre otras, la anemia, la absorción insuficiente, las cefaleas y la depresión. Es importante, especialmente en el caso de los adolescentes, que puedan conversar a solas con el médico. Es posible que su hijo no se sienta cómodo hablando de ciertos temas médicos o sociales específicos si usted está presente.
Aproximadamente el 10 por ciento de los niños de los Estados Unidos tiene asma, lo cual representa más del doble en comparación con las tasas de 20 años atrás. Entre los signos característicos, se incluyen dificultad para respirar al jugar o hacer ejercicios, un sonido sibilante al exhalar, falta de aire o dificultades para recuperarse de una infección respiratoria. Aún se desconocen los motivos por los que algunos niños son propensos a los factores desencadenantes del asma y otros no. El asma no puede curarse a través de un tratamiento, pero pueden reducirse al mínimo los síntomas o detenerse los ataques de asma. Si nota que su hijo tiene problemas para respirar, comuníquese con el pediatra.
La pérdida de peso inexplicable debe ser un motivo de preocupación. Uno de los primeros signos de muchos problemas, incluido el cáncer, es la pérdida de peso sin motivo. En estos casos, es fundamental realizar una consulta con el pediatra del niño para informarle sobre el problema de pérdida de peso tan pronto como sea posible.
Las horas que los niños pasan corriendo o jugando requieren que el cuerpo se hidrate adecuadamente. No obstante, la sed excesiva es algo diferente. Si nota que su hijo tiene una necesidad insaciable de beber agua o parece no poder satisfacer la sed, consulte con el médico y pregúntele por la diabetes. Cada año, se diagnostica diabetes de tipo 1 a más de 15.000 niños y la sed excesiva es un signo de diabetes.
Escrito por (en Inglés): the Healthline Editorial Team
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD, MPH