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El tratamiento de un linfoma depende del tipo y de su estadio (cuánto ha avanzado la enfermedad). Tradicionalmente, los linfomas se han tratado con quimioterapia, radioterapia o ambas. A veces se hace un tratamiento combinado de radioterapia y quimioterapia para eliminar las células del linfoma de Hodgkin. En los últimos años, han surgido nuevos y prometedores tratamientos. Los ensayos clínicos, en los cuales los pacientes pueden recibir formas de tratamiento que de otro modo no están disponibles, ofrecen a los pacientes y médicos una manera de explorar nuevos tratamientos. Sin embargo, esos ensayos son estudios de investigación que no necesariamente son seguros para todos los pacientes. Si bien pueden resultar enormemente beneficiosos, los ensayos clínicos también pueden causar efectos secundarios nocivos y por ello deben evaluarse cuidadosamente con antelación.
Entre los nuevos tratamientos que se están estudiando en los ensayos clínicos, se destacan la terapia con vacunas y la quimioterapia en dosis altas con trasplante de células madre.
La terapia con vacunas (conocida también como bioterapia o inmunoterapia) usa proteínas llamadas anticuerpos para combatir el cáncer para atacar a las células cancerosas con sustancias producidas por el organismo o por un laboratorio. El objetivo de estas vacunas es impedir que el cáncer existente se propague, más que prevenirlo.
Se administran dosis altas de quimioterapia y se extraen células madre del paciente (las cuales se almacenan) para volver a incorporarlas al organismo luego de la quimioterapia.
Los linfomas rara vez se tratan con cirugía, a menos que se descubran en un órgano como la tiroides y todavía no se hayan diseminado.
La radiación es la primera línea de terapia para los linfomas no Hodgkin que se descubren temprano (estadio I o II). Para la radioterapia, se usa una fuente externa de radiación de alta energía para destruir los tumores. Los haces de radiación se concentran cuidadosamente en las áreas blanco para eliminar a las células cancerosas y a la vez minimizar el daño a los tejidos sanos circundantes. Ese haz de radiación externa difiere de otra radioterapia en la cual se implanta material radioactivo en el órgano blanco (como la próstata) para que una lenta emisión de radiación elimine a las células cancerosas.
La radioterapia con un haz de radiación externo es indolora y más bien rápida (se requieren unos cinco minutos de exposición a la radiación), pero la preparación para el procedimiento puede llevar un tiempo considerablemente más largo. En general, los pacientes reciben ese tratamiento por cinco días a la semana durante varias semanas. Los linfomas en un estadio más avanzado o más agresivos podrían requerir tratamiento adicional, habitualmente quimioterapia. La radioterapia podría aumentar levemente el riesgo del paciente de desarrollar otros cánceres en el futuro, como cáncer de pulmón o de mama. Otros posibles efectos secundarios a menudo dependen del sitio del o de los tumores que se están tratando. Por ejemplo, la radiación dirigida al abdomen podría causar náuseas, vómitos y diarrea, pero esos efectos secundarios tienden a ser temporales.
Para la quimioterapia se usan medicamentos contra el cáncer que se inyectan directamente en el torrente sanguíneo. Esto es especialmente útil cuando los tumores pueden haberse diseminado por el organismo, lo cual hace que la radioterapia no resulte práctica. Cuando los tumores se presentan en el cerebro o la médula espinal, los medicamentos de la quimioterapia podrían inyectarse directamente en el líquido cefalorraquídeo, que es un líquido incoloro y transparente que circula por dentro y alrededor del cerebro y la médula espinal. A esa terapia se le llama quimioterapia intratecal.
Normalmente, la quimioterapia se hace en series o períodos (en general de una semana o más) en las que se administra el medicamento para luego hacer un período de descanso, al cual luego le sigue otra serie de quimioterapia. Esos ciclos dan tiempo al organismo del paciente de recuperarse de los efectos de una terapia intensiva. La quimioterapia se hace con un medicamento o, más comúnmente, con una combinación de dos o más de ellos. Si el paciente parece no responder a un cóctel particular de medicamentos, su médico podría probar otra combinación durante la siguiente ronda de quimioterapia.
Los medicamentos de la quimioterapia destruyen las células que se están dividiendo demasiado rápidamente, que es una característica típica de todos los cánceres. Sin embargo, otros tipos de células saludables también se dividen rápidamente. Como ejemplos, pueden citarse las células del folículo del cabello, las células de la médula ósea y las células que recubren la boca y el tracto digestivo. En consecuencia, esos tejidos también se ven afectados por los fármacos de la quimioterapia y de ahí algunos de sus efectos secundarios, como caída del cabello, náuseas, vómitos, llagas en la boca, cansancio y mayor susceptibilidad a las infecciones (debido a un descenso en la producción de células sanguíneas en la médula ósea).
La inmunoterapia incluye varias nuevas tecnologías que utilizan al sistema inmunitario del organismo para identificar y destruir las células cancerosas.
Ciertas proteínas artificiales llamadas anticuerpos monoclonales pueden diseñarse para que encuentren la superficie de las células de un linfoma y se fijen a ellas, para luego destruirlas. Ejemplos: rituximab, ibritumomab y alemtuzumab. En algunas se incorporaron moléculas radioactivas a la estructura para hacerlas más letales.
Los interferones (IFN) son proteínas que se usan para enlentecer el crecimiento de las células cancerosas en el organismo. Hay tres tipos principales de interferones (alfa, beta y gamma) que son producidos por los glóbulos blancos para ayudar a combatir las infecciones. El interferón alfa es el que se usa más comúnmente en el tratamiento del cáncer. Si bien el interferón alfa ha sido aprobado por la FDA para el tratamiento de diversos cánceres, incluso la leucemia y el melanoma, la terapia con interferón todavía sigue en estudio en los casos de linfoma no Hodgkin.
El interferón artificial puede encoger algunos linfomas o detener su crecimiento y puede administrarse junto con los medicamentos de la quimioterapia. Algunos de los posibles efectos secundarios son:
Estos fármacos, que incluyen talidomida y lenalidomida, debilitan o modulan ciertos aspectos del sistema inmunitario. A veces se usan para tratar linfomas, pero los efectos secundarios, como coágulos potencialmente peligrosos, limitan su practicidad. Estos fármacos también causan malformaciones congénitas y jamás deben administrarse a una embarazada.
Rara vez se recurre a un trasplante para tratar el linfoma, pero el uso de esta técnica está gradualmente incrementándose. Este tipo de trasplante puede resultar apropiado cuando el paciente está en remisión (la enfermedad ya no está activa) o si hay una recaída durante el tratamiento. Los dos tipos principales de trasplante de células madre son el alogénico y el autólogo.
Para la terapia alogénica se usan células madre derivadas de la médula ósea del donante, sangre periférica (circulante) o sangre de cordón umbilical (de recién nacidos). Este tipo de trasplante de células madre tiene un valor limitado debido a los graves efectos secundarios derivados de los problemas de compatibilidad.
Para el trasplante de células madre autólogas se usan las células del propio paciente, que se toman de su médula ósea o de la sangre periférica. Así se evitan los efectos secundarios relacionados con la compatibilidad, pero solo puede hacerse si la enfermedad del paciente no se ha diseminado a la médula ósea o la sangre. Si bien la sangre del paciente puede tratarse en el laboratorio para eliminar las células del linfoma, siempre existe la posibilidad de reintroducir células cancerosas del linfoma.
Escrito por (en Inglés): Dale Kiefer
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD, MPH