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En muchos casos, el linfoma no se diagnostica hasta que el paciente descubre un bulto inusual donde está emergiendo un tumor, lo cual lo hace consultar al médico. Tener uno o más de los demás síntomas asociados con el linfoma también podría motivar al paciente a pedir un diagnóstico. Las personas con un riesgo elevado de desarrollar un linfoma (pacientes con VIH/SIDA, pacientes con trasplante, pacientes que han sido tratados por otros cánceres y quienes tienen enfermedades autoinmunes) deben hacerse exámenes médicos periódicamente para aumentar las probabilidades de detectar un linfoma en forma temprana.
Además de ganglios linfáticos inflamados, los síntomas son:
Dado que hay tantos tipos de linfoma y que pueden afectar a tantas áreas diferentes del organismo, podría encontrarse una amplia gama de síntomas. Entre ellos, se destacan: tos o problemas para respirar (cuando el linfoma está en el tórax), inflamación y cambio de color (azul rojizo) en la cabeza, parte superior de los brazos o pecho debido a la congestión vascular por el crecimiento del tumor. Los linfomas en el cerebro (linfoma cerebral primario) pueden causar cambios en la personalidad, dificultad para pensar con claridad, pérdida parcial del control muscular e inclusive convulsiones.
En algunos casos, el linfoma se propaga hacia la médula ósea, donde puede afectar la producción de diversos tipos de células sanguíneas. Cuando el recuento de glóbulos blancos es muy bajo, esta forma de linfoma puede afectar la capacidad del organismo para combatir infecciones, por lo cual éstas pueden volverse frecuentes y graves. Si desciende la producción de glóbulos rojos, el paciente podría sufrir de anemia, que se manifiesta como fatiga. Si la producción de plaquetas disminuye, pueden ocurrir episodios de sangrado y aparición inusual de hematomas. Cualquiera de estos síntomas justifican hacer un examen médico. Como los síntomas de NHL tienden a ser relativamente no específicos, los médicos a menudo primero intentan descartar otras posibles explicaciones.
Durante la consulta por cualquiera de estos problemas, el doctor examina al paciente para saber si presenta bultos o inflamación. El médico examina visualmente y también palpa las zonas inflamadas para tener una mejor idea de su forma y tamaño, así como del dolor que hay en esas áreas. Una simple infección es la explicación más común para la inflamación de un ganglio linfático, por lo cual el médico podría recomendar esperar para ver si la inflamación desaparece en unas pocas semanas. También podría recetar antibióticos para ver si eso elimina la posible infección y reduce la inflamación.
Si la inflamación no cambia o si aumenta de tamaño, el médico probablemente ordenará hacer una biopsia del tejido del área. En una biopsia, se extirpa el ganglio afectado o se toma una pequeña muestra del tejido afectado. Si para la biopsia se hace una incisión o se extirpa tejido, lo cual puede hacerse de manera ambulatoria, el área se adormece primero inyectando un anestésico local. El médico extirpará todo el ganglio (biopsia con extirpación) o una parte de un tumor grande (biopsia con incisión) con un bisturí. Una tercera opción es hacer una aspiración con una aguja fina (biopsia con aguja). Para este método menos invasivo, se emplea una aguja fina que se introduce en el sitio y se toma una pequeña muestra de las células de lo que se sospecha es un tumor. La muestra de tejido obtenida en cualquiera de estos procedimientos se envía a un laboratorio para analizarla al microscopio. Este análisis es el único que permite diagnosticar un linfoma de manera definitiva.
Escrito por (en Inglés): Dale Kiefer
Revisado médicamente (en Inglés)
: Jennifer Monti, MD, MPH